fue el papa n.º 235 de la Iglesia católica, entre 1623 y 1644.
Maffeo Barberini, nació en Florencia en abril de 1568; fue electo Papa el 6 de agosto de 1623; murió en Roma el 29 de julio de 1644. Su padre, Antonio Barberini, un noble florentino, murió cuando Maffeo tenía sólo tres años de edad. Su madre, Camilla Barbadoro, le trajo a Roma a edad temprana. Vivió con su tío, Francesco Barberini, quien entonces era protonotario apostólico, y fue educado en el Colegio Romano bajo la dirección de los jesuitas.
En 1589 se graduó en Pisa como doctor en leyes, y al regresar a Roma fue abreviador apostólico y refrendador de la Segnatura di Giustizia. En 1592 el Papa Clemente VIII lo nombró gobernador de Fano, entonces protonotario apostólico, y en 1601 legado papal a Francia para presentar sus felicitaciones al Rey Enrique IV por el nacimiento del delfín, el futuro Rey Luis XIII. En 1604 fue designado arzobispo de Nazaret y enviado como nuncio a París, donde fue muy influyente con Enrique IV. En reconocimiento a sus servicios el Papa Paulo V le nombró cardenal-sacerdote, el 11 de septiembre de 1606, con iglesia titular de San Pedro en Montorio, el cual cambió por la de San Onofrio, el 5 de septiembre de 1610. El 17 de octubre de 1608, fue transferido a la Sede de Espoleto, donde fue convocó un sínodo, terminó el seminario, y construyó otros dos seminarios diocesanos en Spello y Visso. En 1617 Pablo V le nombró legado de Bolonia y prefecto de la Segnatura di Giustizia.
El 19 de julio de 1623 cincuenta y cinco cardenales iniciaron un cónclave para elegir el sucesor de Papa Gregorio XV; el 6 de agosto el Cardenal Maffeo Barberini recibió cincuenta votos. El nuevo Papa tomó el nombre de Urbano VIII. Al ser atacado por la fiebre que azotaba Roma, fue obligado a posponer su coronación hasta el 29 de septiembre. Se relata que, antes de permitir ser investido en las túnicas papales, se postró ante el altar, rogando que Dios le permitiera morir si su pontificado no era para bien de la Iglesia.
Inició su reinado emitiendo el mismo día de su elección las Bulas de canonización de San Felipe Neri, San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, quienes habían sido canonizados por Gregorio XV. Urbano mismo canonizó a Santa Isabel de Portugal el 25 de mayo de 1625; y a San Andrés Corsini el 22 de abril de 1629. Beatificó a:
San Jaime de la Marca, un minorita, 12 de agosto de 1624;
San Francisco de Borja, un jesuita, 23 de noviembre de 1624;
San Andrés Avelino, 10 de junio de 1625;
San Félix de Cantalicio, un minorita, 1 de octubre de 1625;
Santa María Magdalena de Pazzi, 8 de mayo de 1626;
Cayetano, el fundador de los Teatinos, 8 de octubre de 1629;
San Juan de Dios, 21 de septiembre de 1630; y
San Josaphat Kuncevyc, 16 de mayo de 1643.
Reservó la beatificación de los santos a la Santa Sede y en una Bula fechada 30 de octubre de 1625, prohibió la representación con el halo de santidad a personas no beatificadas o canonizadas, la colocación de lámparas, lápidas, etc., ante sus sepulcros, y la impresión de sus supuestos milagros o revelaciones. En una Bula posterior, de fecha 13 de septiembre de 1642, redujo el número de días santos de precepto a treinta y cuatro, además del domingo. Urbano introdujo muchos oficios nuevos al Breviario. Compuso todo el Oficio propio de Santa Isabel y escribió los himnos, tal como están en el Breviario, para las fiestas de Santa Martina, San Hermenegildo y Santa Isabel de Portugal. Un libro de poemas, escrito por él antes de ser Papa, fue publicado durante su pontificado bajo el título: “Maphei Cardenalis Barberini poemata” (Roma, 1637). En 1629 designó un comité para la reforma del Breviario. Las correcciones incompletas y a menudo desacertadas fueron aprobadas por Urbano el 19 de septiembre de 1631, y fueron incorporadas en la edición oficial del Breviario Romano que fue emitido el año siguiente (ver Breviario - Reformas del Breviario). En 1627 Urbano dio forma final a la célebre Bula “In Coena Domini.” En 1634 ordenó a todos los obispos reinantes, incluyendo a los cardenales, a que observaran la residencia episcopal como fue decretada en el Concilio de Trento. Durante el pontificado de Urbano ocurrió el segundo juicio y condenación de Galileo por la Inquisición Romana El 6 de marzo de 1642, emitió la Bula, “In eminenti,” condenando el “Augustino” de Jansenio.
Urbano fue un gran favorecedor de las misiones católicas en el extranjero. Erigió varias diócesis y vicariatos en países paganos y alentó a los misioneros con sus palabras y su ayuda financiera. Extendió la esfera de actividad de la Congregación de Propaganda, y en 1627 fundó el Colegio Urbanum, cuyo objetivo era entrenar misioneros para países extranjeros. Ya había fundado un colegio para los maronitas (1625) en Monte Líbano. Con el fin de incrementar el número de misioneros en China y en Japón, abrió estos dos países a todos los misioneros en 1633, aunque el Papa Gregorio XIII le había otorgado a los [[Compañía de Jesús|jesuitas[[ el derecho exclusivo a esas misiones en 1585. En una Bula fechada 22 de abril de 1639 prohibió estrictamente la esclavitud de cualquier tipo entre los indígenas de Paraguay, Brasil y todas las Indias Occidentales.
Urbano tuvo poco éxito en sus esfuerzos para restablecer el catolicismo en Inglaterra. En 1624 envió a Richard Smith como [[[vicario apostólico]] a aquel país, pero la imprudente insistencia de éste en ejercer su total autoridad episcopal en Inglaterra y Escocia le pusieron en conflicto público con los jesuitas y otros misioneros de órdenes religiosas. El Gobierno emitió nuevas medidas hostiles contra los católicos, y en 1631 Smith se vio obligado a huir.
Inició su reinado emitiendo el mismo día de su elección las Bulas de canonización de San Felipe Neri, San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, quienes habían sido canonizados por Gregorio XV. Urbano mismo canonizó a Santa Isabel de Portugal el 25 de mayo de 1625; y a San Andrés Corsini el 22 de abril de 1629. Beatificó a:
San Jaime de la Marca, un minorita, 12 de agosto de 1624;
San Francisco de Borja, un jesuita, 23 de noviembre de 1624;
San Andrés Avelino, 10 de junio de 1625;
San Félix de Cantalicio, un minorita, 1 de octubre de 1625;
Santa María Magdalena de Pazzi, 8 de mayo de 1626;
Cayetano, el fundador de los Teatinos, 8 de octubre de 1629;
San Juan de Dios, 21 de septiembre de 1630; y
San Josaphat Kuncevyc, 16 de mayo de 1643.
Reservó la beatificación de los santos a la Santa Sede y en una Bula fechada 30 de octubre de 1625, prohibió la representación con el halo de santidad a personas no beatificadas o canonizadas, la colocación de lámparas, lápidas, etc., ante sus sepulcros, y la impresión de sus supuestos milagros o revelaciones. En una Bula posterior, de fecha 13 de septiembre de 1642, redujo el número de días santos de precepto a treinta y cuatro, además del domingo. Urbano introdujo muchos oficios nuevos al Breviario. Compuso todo el Oficio propio de Santa Isabel y escribió los himnos, tal como están en el Breviario, para las fiestas de Santa Martina, San Hermenegildo y Santa Isabel de Portugal. Un libro de poemas, escrito por él antes de ser Papa, fue publicado durante su pontificado bajo el título: “Maphei Cardenalis Barberini poemata” (Roma, 1637). En 1629 designó un comité para la reforma del Breviario. Las correcciones incompletas y a menudo desacertadas fueron aprobadas por Urbano el 19 de septiembre de 1631, y fueron incorporadas en la edición oficial del Breviario Romano que fue emitido el año siguiente (ver Breviario - Reformas del Breviario). En 1627 Urbano dio forma final a la célebre Bula “In Coena Domini.” En 1634 ordenó a todos los obispos reinantes, incluyendo a los cardenales, a que observaran la residencia episcopal como fue decretada en el Concilio de Trento. Durante el pontificado de Urbano ocurrió el segundo juicio y condenación de Galileo por la Inquisición Romana El 6 de marzo de 1642, emitió la Bula, “In eminenti,” condenando el “Augustino” de Jansenio.
Urbano fue un gran favorecedor de las misiones católicas en el extranjero. Erigió varias diócesis y vicariatos en países paganos y alentó a los misioneros con sus palabras y su ayuda financiera. Extendió la esfera de actividad de la Congregación de Propaganda, y en 1627 fundó el Colegio Urbanum, cuyo objetivo era entrenar misioneros para países extranjeros. Ya había fundado un colegio para los maronitas (1625) en Monte Líbano. Con el fin de incrementar el número de misioneros en China y en Japón, abrió estos dos países a todos los misioneros en 1633, aunque el Papa Gregorio XIII le había otorgado a los [[Compañía de Jesús|jesuitas[[ el derecho exclusivo a esas misiones en 1585. En una Bula fechada 22 de abril de 1639 prohibió estrictamente la esclavitud de cualquier tipo entre los indígenas de Paraguay, Brasil y todas las Indias Occidentales.
Urbano tuvo poco éxito en sus esfuerzos para restablecer el catolicismo en Inglaterra. En 1624 envió a Richard Smith como [[[vicario apostólico]] a aquel país, pero la imprudente insistencia de éste en ejercer su total autoridad episcopal en Inglaterra y Escocia le pusieron en conflicto público con los jesuitas y otros misioneros de órdenes religiosas. El Gobierno emitió nuevas medidas hostiles contra los católicos, y en 1631 Smith se vio obligado a huir.
Tres años después Urbano envió a Gregorio Panzani a Inglaterra. Habiendo logrado una mayor libertad para los católicos, fue sucedido en 1638 por George Conn, un inglés, que previamente había sido secretario del cardenal Francesco Barberini. Obligado a regresar a Roma en 1639, debido a problemas de salud, fue reemplazado por Rossetti. Urbano rechazó las repetidas solicitudes que recibió por medio de Rossetti para ayudar financieramente en la guerra entre el rey y el Parlamento, excepto a condición de la conversión del rey. La guerra resultante puso fin a todas las negociaciones. (Vea las cartas de Panzani, Conn y Rossetti al Cardenal Barberini en las Transcripciones del Registro del Oficio.)
Las órdenes religiosas encontraron en Urbano un celoso promotor. En 1628 aprobó la Congregación de Nuestro Salvador, una rama reformada de los canónigos y canonesas regulares de San Agustín, fundada por Peter Fourier en 1609, y en 1632, a los Lazaristas o Sacerdotes de la Misión, una congregación secular fundada por San Vicente de Paúl. También aprobó las siguientes hermandades: Las Canonesas del Santo Sepulcro, en 1631; las Hermanas de la Encarnación en 1633; las Monjas de Nuestra Señora de Nancy, en 1634; y las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia, en 1642. Suprimió en 1609 por insubordinación a las jesuitas, orden fundada por la inglesa Mary Ward.
El error más grande de Urbano fue su excesivo nepotismo. Tres días después de su coronación nombró cardenal a su sobrino Francesco Barberini; en 1627 le nombró bibliotecario del Vaticano; y en 1632 vicecanciller. Francesco no abusó de su poder. Construyó el gran Palacio Barberini y fundó la famosa Biblioteca Barberini que fue adquirida en 1902 por el Papa León XIII y pasó a formar parte de la Biblioteca del Vaticano.
El error más grande de Urbano fue su excesivo nepotismo. Tres días después de su coronación nombró cardenal a su sobrino Francesco Barberini; en 1627 le nombró bibliotecario del Vaticano; y en 1632 vicecanciller. Francesco no abusó de su poder. Construyó el gran Palacio Barberini y fundó la famosa Biblioteca Barberini que fue adquirida en 1902 por el Papa León XIII y pasó a formar parte de la Biblioteca del Vaticano.
El sobrino de Urbano, Antonio Barberini, el Joven, fue nombrado cardenal en 1627, después fue nombrado camerlengo en 1638, y después comandante en jefe de las tropas papales. Fue legado en Aviñón y Urbino en 1633; en Bolonia, Ferrara y Romaña en 1641.
El hermano de Urbano, Antonio, quien era capuchino, recibió la Diócesis de Senigaglia en 1625, fue nombrado cardenal en 1628 y después designado gran penitenciario y bibliotecario del Vaticano. Un tercer sobrino de Urbano, Tadeo Barberini, fue nombrado Príncipe de Palestrina y Prefecto de Roma. Son casi increíbles las inmensas riquezas acumuladas por la familia Barberini a través del nepotismo de Urbano. Finalmente, atormentado por los escrúpulos debido a su nepotismo, Urbano designó dos veces un comité especial de teólogos para que investigaran si era legal que sus sobrinos retuvieran sus posesiones, pero en ambas ocasiones el comité decidió a favor de sus sobrinos. Entre los miembros del segundo comité estaban el Cardenal Lugo y el Padre Lupis.
Como regla, Urbano seguía su propio juicio al gobernar el territorio papal; aun sus sobrinos tuvieron poca influencia durante los primeros diez años de su pontificado. Honró a los cardenales ordenándoles dar precedencia sólo a las cabezas coronadas, y en un decreto del 10 de junio de 1630, les confirió el título de “Eminencia”, siendo que su título anterior era “Ilustre y Muy Reverendo”.
Como regla, Urbano seguía su propio juicio al gobernar el territorio papal; aun sus sobrinos tuvieron poca influencia durante los primeros diez años de su pontificado. Honró a los cardenales ordenándoles dar precedencia sólo a las cabezas coronadas, y en un decreto del 10 de junio de 1630, les confirió el título de “Eminencia”, siendo que su título anterior era “Ilustre y Muy Reverendo”.
En 1626 extendió el territorio papal induciendo al anciano Duque Francesco Maria della Rovere a ceder su Ducado de Urbino a la Iglesia. Hacia el final de su pontificado sus sobrinos le involucraron en una guerra inútil con Odoardo Farnese, el Duque de Parma, con quien había discutido por asuntos de etiqueta en su visita a Roma en 1639. En venganza indujeron a Urbano a prohibir la exportación de grano de Castro hacia el territorio romano, privando así a Farnese de un ingreso sin el cual no podía pagar los intereses de sus monti, u obligaciones. Los acreedores del duque se quejaron al Papa, quien tomó posesión a la fuerza de Castro el 13 de octubre de 1641, con el fin de asegurar el pago. Esto demostró no ser efectivo, y el 13 de enero de 1642, Urbano [{Excomunión|excomulgó]] a Farnese y le privó de todos sus feudos. Apoyado por Toscana, Modena y Venecia, el duque se lanzó hacia Roma a la cabeza de unos 3000 hombres a caballo, haciendo retroceder las tropas papales. Las negociaciones de paz concluyeron cerca de Orvieto, pero no fueron aceptadas por el Papa. En 1643 se renovaron las hostilidades y continuaron sin éxito decisivo hasta que el Papa concluyó una paz vergonzosa el 31 de marzo de 1644. Fue obligado a liberar al duque de la excomunión y restaurarle todos los lugares tomados por las tropas papales.
Urbano gastó fuertes sumas en armamento, fortificaciones y estructuras de todo tipo. En Castelfranco construyó el costoso pero mal situado Fuerte Urbano, estableció una gran fábrica de armas en Tívoli, y transformó Civitavecchia en un puerto militar. Fortificó fuertemente el Castillo de San Ángelo, Monte Caballo, y construyó varias fortificaciones en el lado derecho del Tíber en Roma. Construyó la villa papal bellamente situada en Castel Gandolfo, fundó el Seminario del Vaticano, construyó varias iglesias y monasterios, embelleció calles, plazas y fuentes. Las tres abejas en su escudo atrajeron la atención de todo visitante a Roma. En la Basílica de San Pedro construyó el baldaquín sobre el altar mayor, la tumba de la Condesa Matilda, trasladando sus restos de Mantua, y su propia tumba, al frente de la del Papa Paulo III. Para algunas de estas estructuras empleó bronce del techo del Panteón, con lo que surgió la bien conocida pero injustificada pasquinada: “Quod non fecerunt Barbari, fecerunt Barberini.”
El pontificado de Urbano se extendió hasta uno de los períodos más críticos en la historia de la Iglesia Católica, la Guerra de los Treinta Años. Ranke y Gregorovio atribuyeron las acciones de Urbano en esta guerra a su intención de humillar las dos Casas de Habsburgo (Austria y España), cuyo gran poder era una constante amenaza para Italia y Roma; por ello, ellos afirman que él favoreció a Francia y no subsidió al Emperador Ferdinando II en su guerra contra Gustavo Adolfo y los protestantes. Un estudio imparcial de la situación llevaría a una conclusión diferente. Urbano no podía permanecer como un observador indiferente, ni como pontífice ni como gobernador temporal, y no tenía otro interés que el bienestar de la Iglesia Católica. Como el Padre común de la cristiandad intervino en cuanto a Valtellina, un valle estratégicamente importante entre Venecia y los Grisons, el cual era muy codiciado tanto por Francia como por España. Se negó a unirse a la alianza que Francia había hecho con Venecia y Savoy en contra de España en 1624, y fue instrumental para llegar al Tratado de Monzón, el 5 de marzo de 1626, que daba derechos por igual sobre Valtellina a Francia y a España. También se negó a participar en la liga que Francia había concluido con Venecia y Savoy al principio de la guerra de la sucesión Mantuana en 1629. Escribió a Nagni, el nuncio francés el 2 de abril de 1629 “Me es imposible poner en peligro la paternidad común y, en consecuencia, no poder sanar y pacificar, lo cual es asunto propio del Papa como vicario de Cristo” (Nunziatura di Francia, Vat. Lib. Cod. 71 y Nicoletti, III, 1451-58).
Igualmente falsas son las acusaciones de Ranke y Gregorovio en cuanto a que Urbano se oponía a la elección del hijo mayor de Ferdinando como rey de Roma y abogó por el despido de Wallensetin como comandante en jefe del ejército imperial a través de su nuncio en la Dieta Electoral de [[Ratisbona en 1630. La primera acusación ya fue calificada como calumnia por el Cardenal Francesco Barberini en una conferencia con el embajador imperial Savelli el 16 de marzo de 1629 (Nunciatura di Germania, Cod. 118, fol. 89); la segunda es refutada por Urbano mismo quien, el 17 de enero de 1632, felicitó a Wallenstein por reasumir como comandante y le envió la bendición apostólica (Registrum brevium, XXXI, 87). Sin embargo, es cierto que Urbano no subsidió al ejército imperial y la Liga Católica tan liberalmente como podía y debía haber hecho. No obstante, envió dos millones de francos de medios propios (1632-34) a las tropas católicas en Alemania. Urbano no se unió a la Liga de Estados Católicos, que había sido planeada por el emperador, pues la Liga no sólo iba dirigida contra Gustavo Adolfo, sino también contra Francia; por ello no podía unirse el Papa como padre común de los católicos. Instó a Luis XIII y al [[Duque de Richelieu a desistir de subsidiar al Rey de Suecia, pero se negó a excomulgarles, pues temía la repetición de lo que había ocurrido en Inglaterra bajo Enrique VIII e Isabel (Nunciatura di Germania, Cod. 127, fol. 266).
La mayor calumnia que ha sido diseminada sobre Urbano es su supuesta simpatía por Gustavo Adolfo, cuya muerte se dice que lamentó y por cuya alma se dice que celebró una Misa de Réquiem. Lo que Urbano pensaba acerca del rey sueco y cómo lamentó su muerte se manifiesta en un Breve, dirigido a Ferdinando el 14 de diciembre de 1632, cuando el Papa recibió la noticia de que Gustavo Adolfo había caído en batalla (16 de noviembre de 1632). Ehses publicó el Breve en el latín original. Bastará la cita siguiente: “Damos eternas gracias al Señor de la venganza porque ha retribuido al orgulloso y sacudió del cuello de los católicos a su enemigo más cruel.” La Misa que se dice que celebró en la Iglesia Nacional Alemana, el Anima, en Roma el 11 de diciembre, fue en realidad una Misa de acción de gracias, de la cual dice expresamente dice Alaleone, el maestro de ceremonias papal: “Esta Misa se celebró en acción de gracias al recibir el mensaje de la muerte del Rey de Suecia” (Cod. Vat. 9252, II, 71 sg.). Al siguiente día se cantó el “Te Deum” en la Capilla Sixtina en presencia del Papa, “ob laetitiam necis regis Sueciae interfecti,” después de lo cual el Papa mismo cantó los versículos y oraciones.
Es aún difícil hacer un juicio correcto de Urbano desde todos los puntos de vista. Su vida sigue sin escribirse con justicia. Si vida privada fue irreprochable, y el bienestar común de la Iglesia parece haber sido el centro de sus labores pontificias. Su única falta fue despilfarrar dinero en sus sobrinos, ejército y fortificaciones, al mismo tiempo que escatimaba a Ferdinando y la Liga Católica en Alemania.
Fuente: Ott, Michael. "Pope Urban VIII." The Catholic Encyclopedia. Vol. 15. New York: Robert Appleton Company, 1912.
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Traducido por Lucía Lessan. L H M.
Urbano gastó fuertes sumas en armamento, fortificaciones y estructuras de todo tipo. En Castelfranco construyó el costoso pero mal situado Fuerte Urbano, estableció una gran fábrica de armas en Tívoli, y transformó Civitavecchia en un puerto militar. Fortificó fuertemente el Castillo de San Ángelo, Monte Caballo, y construyó varias fortificaciones en el lado derecho del Tíber en Roma. Construyó la villa papal bellamente situada en Castel Gandolfo, fundó el Seminario del Vaticano, construyó varias iglesias y monasterios, embelleció calles, plazas y fuentes. Las tres abejas en su escudo atrajeron la atención de todo visitante a Roma. En la Basílica de San Pedro construyó el baldaquín sobre el altar mayor, la tumba de la Condesa Matilda, trasladando sus restos de Mantua, y su propia tumba, al frente de la del Papa Paulo III. Para algunas de estas estructuras empleó bronce del techo del Panteón, con lo que surgió la bien conocida pero injustificada pasquinada: “Quod non fecerunt Barbari, fecerunt Barberini.”
El pontificado de Urbano se extendió hasta uno de los períodos más críticos en la historia de la Iglesia Católica, la Guerra de los Treinta Años. Ranke y Gregorovio atribuyeron las acciones de Urbano en esta guerra a su intención de humillar las dos Casas de Habsburgo (Austria y España), cuyo gran poder era una constante amenaza para Italia y Roma; por ello, ellos afirman que él favoreció a Francia y no subsidió al Emperador Ferdinando II en su guerra contra Gustavo Adolfo y los protestantes. Un estudio imparcial de la situación llevaría a una conclusión diferente. Urbano no podía permanecer como un observador indiferente, ni como pontífice ni como gobernador temporal, y no tenía otro interés que el bienestar de la Iglesia Católica. Como el Padre común de la cristiandad intervino en cuanto a Valtellina, un valle estratégicamente importante entre Venecia y los Grisons, el cual era muy codiciado tanto por Francia como por España. Se negó a unirse a la alianza que Francia había hecho con Venecia y Savoy en contra de España en 1624, y fue instrumental para llegar al Tratado de Monzón, el 5 de marzo de 1626, que daba derechos por igual sobre Valtellina a Francia y a España. También se negó a participar en la liga que Francia había concluido con Venecia y Savoy al principio de la guerra de la sucesión Mantuana en 1629. Escribió a Nagni, el nuncio francés el 2 de abril de 1629 “Me es imposible poner en peligro la paternidad común y, en consecuencia, no poder sanar y pacificar, lo cual es asunto propio del Papa como vicario de Cristo” (Nunziatura di Francia, Vat. Lib. Cod. 71 y Nicoletti, III, 1451-58).
Igualmente falsas son las acusaciones de Ranke y Gregorovio en cuanto a que Urbano se oponía a la elección del hijo mayor de Ferdinando como rey de Roma y abogó por el despido de Wallensetin como comandante en jefe del ejército imperial a través de su nuncio en la Dieta Electoral de [[Ratisbona en 1630. La primera acusación ya fue calificada como calumnia por el Cardenal Francesco Barberini en una conferencia con el embajador imperial Savelli el 16 de marzo de 1629 (Nunciatura di Germania, Cod. 118, fol. 89); la segunda es refutada por Urbano mismo quien, el 17 de enero de 1632, felicitó a Wallenstein por reasumir como comandante y le envió la bendición apostólica (Registrum brevium, XXXI, 87). Sin embargo, es cierto que Urbano no subsidió al ejército imperial y la Liga Católica tan liberalmente como podía y debía haber hecho. No obstante, envió dos millones de francos de medios propios (1632-34) a las tropas católicas en Alemania. Urbano no se unió a la Liga de Estados Católicos, que había sido planeada por el emperador, pues la Liga no sólo iba dirigida contra Gustavo Adolfo, sino también contra Francia; por ello no podía unirse el Papa como padre común de los católicos. Instó a Luis XIII y al [[Duque de Richelieu a desistir de subsidiar al Rey de Suecia, pero se negó a excomulgarles, pues temía la repetición de lo que había ocurrido en Inglaterra bajo Enrique VIII e Isabel (Nunciatura di Germania, Cod. 127, fol. 266).
La mayor calumnia que ha sido diseminada sobre Urbano es su supuesta simpatía por Gustavo Adolfo, cuya muerte se dice que lamentó y por cuya alma se dice que celebró una Misa de Réquiem. Lo que Urbano pensaba acerca del rey sueco y cómo lamentó su muerte se manifiesta en un Breve, dirigido a Ferdinando el 14 de diciembre de 1632, cuando el Papa recibió la noticia de que Gustavo Adolfo había caído en batalla (16 de noviembre de 1632). Ehses publicó el Breve en el latín original. Bastará la cita siguiente: “Damos eternas gracias al Señor de la venganza porque ha retribuido al orgulloso y sacudió del cuello de los católicos a su enemigo más cruel.” La Misa que se dice que celebró en la Iglesia Nacional Alemana, el Anima, en Roma el 11 de diciembre, fue en realidad una Misa de acción de gracias, de la cual dice expresamente dice Alaleone, el maestro de ceremonias papal: “Esta Misa se celebró en acción de gracias al recibir el mensaje de la muerte del Rey de Suecia” (Cod. Vat. 9252, II, 71 sg.). Al siguiente día se cantó el “Te Deum” en la Capilla Sixtina en presencia del Papa, “ob laetitiam necis regis Sueciae interfecti,” después de lo cual el Papa mismo cantó los versículos y oraciones.
Es aún difícil hacer un juicio correcto de Urbano desde todos los puntos de vista. Su vida sigue sin escribirse con justicia. Si vida privada fue irreprochable, y el bienestar común de la Iglesia parece haber sido el centro de sus labores pontificias. Su única falta fue despilfarrar dinero en sus sobrinos, ejército y fortificaciones, al mismo tiempo que escatimaba a Ferdinando y la Liga Católica en Alemania.
Fuente: Ott, Michael. "Pope Urban VIII." The Catholic Encyclopedia. Vol. 15. New York: Robert Appleton Company, 1912.
Traducido por Lucía Lessan. L H M.