157. Gregorio VII (1073-1085)

 


Gregorio VII. Papa No. 157 de la Iglesia Católica, de origen italiano. Disfrutó de la confianza de todos los papas que reinaron tras la muerte de Gregorio VI. Está considerado uno de los más grandes pontífices romanos y uno de los hombres más notables de todos los tiempos.

Siendo apenas un monje adquirió experiencia en la política romana, primero como secretario del papa Gregorio VI y posteriormente fue el tesorero de León IX, mientras que, durante el pontificado de Nicolás II y de Alejandro II se perfiló como uno de los hombres más influyentes de la Curia papal, representante de la corriente reformista.

Antes de ser elegido impulsó junto al Papa Alejandro II y a Pietro Damiani la reforma de la iglesia conocida como “la Reforma Gregoriana”. Fue elegido papa a finales de abril del año 1073. Desde el momento de su ascenso al trono papal, Gregorio tuvo fuertes disputas con el emperador Enrique IV del Sacro Imperio Romano Germánico.[3] Durante su mandato desarrolló un sínodo en Roma donde decretó leyes contra la simonía y promovió el celibato en el clero.

Tuvo lugar además la famosa “Querella de las Investiduras”, donde resultó excomulgado el rey Enrique IV y en su lugar, reconocido por el Papa Gregorio, Rodolfo duque de Suavia, movimiento que significó la guerra civil en Alemania, trayendo como consecuencia la deposición de Gregorio VII por Enrique IV y su envío al exilio donde murió.

Primeros años
Hildebrando Aldobrandeschi, que en alemán significa “Espada del Batallador”, fue el nombre de natural del Papa Gregorio VII quien nació en Sovana, Toscana, Italia en el año 1020. Los primeros años de su vida están envueltos en considerable oscuridad. En algunas crónicas se dice que su padre, era carpintero, en otras que campesino, sin embargo no hay evidencias, solo una carta de un abad contemporáneo que menciona su origen humilde. Llegó a Roma con muy corta edad para ser educado en el monasterio de Santa María en el Monte Aventino, del que era abad su tío materno.

Profesó como monje benedictino en Roma en una temprana fecha de su vida, aunque no se sabe en qué fecha entró en la orden. Como clérigo con órdenes menores entró al servicio de Juan Graciano, Arcipreste de San Juan de la Puerta Latina, y al ser Gracián elevado al pontificado como Gregorio VI, fue su capellán. En 1046 siguió a su patrón a través de los Alpes, al exilio, permaneciendo con Gregorio en Colonia hasta la muerte del depuesto pontífice, en 1047, fecha en la que ingresa como monje en el monasterio de Cluny, residiendo allí durante más de un año, y donde adquiere las ideas reformistas que rigen el resto de su vida y que le hacen encabezar la Reforma gregoriana.

Desempeño clerical
En enero de 1049, conoció al obispo de Toul, quien recién había sido elegido sumo pontífice bajo el nombre de León IX, volviendo con él a Roma donde éste lo nombró cardenal-diácono y administrador del Patrimonio de San Pedro, lo que le permitió conocer los centros de poder de Europa. Bajo su dirección, la propiedad de la Iglesia, se recuperó y las rentas de la Santa Sede, cuyo tesoro había sido agotado, aumentaron rápidamente. Logró restaurar la regla antigua de la abadía y las antiguas observancias con rigurosas reformas y sabia administración; y a lo largo de su vida siempre manifestó su profunda ligazón con el monasterio de San Pablo Extramuros al que con su energía había salvado de la ruina y de la decadencia.

En el año 1054 fue enviado a Francia como legado papal y mientras se encontraba en Tour recibió la noticia de la muerte de León IX lo que hizo que regresara rápidamente a Roma. El clero y la plebe le propusieron como el sucesor del pontífice fallecido, sin embargo se resistió a dicho ofrecimiento. Inmediatamente salió para Alemania a la cabeza de una embajada para entrevistarse con el emperador en lo relacionado al nombramiento. Las negociaciones duraron once meses, concluyeron con la selección del obispo de Eichstadt, candidato propuesto por Hildebrando, quien fue consagrado como Víctor II el 13 de abril de 1055 en Roma.

Esteban IX
Durante el pontificado de Víctor II, Hildebrando mantuvo e incrementó la ascendencia que había adquirido gracias a su extraordinaria capacidad de mando, adquirida durante el pontificado de León IX. A finales del año 1057 regresó a Alemania a reconciliar a la Emperatriz regente Inés y su corte por la canónica elección del papa Esteban IX. Sin concluir su misión aún, conoce de la muerte de Esteban IX en Florencia, y aunque el moribundo papa había prohibido que eligieran a nadie antes de la vuelta de Hildebrando, la facción tusculana aprovechó la oportunidad para colocar a un miembro de la familia de Crescencio, Juan Mincius, obispo de Valletri, bajo el título de Benedicto X. [4] Sin embargo la hábil y rápida intervención de Hildebrando se interpuso asegurando la elección del obispo de Florencia quien asumió el nombre de Nicolás II.

Dos importantes transacciones del pontificado de Nicolás II fueron méritos de Hildebrando cuyo poder, en Roma, era supremo, el decreto de elección que asignaba el poder de elección de los papas al colegio de cardenales y la alianza con los normandos, asegurada por el tratado de Meifi, en 1059.

Papa Alejandro II
Al morir Nicolás II en 1061, la elección papal encontró dificultades declarándose un conflicto que duró varios años terminando con la designación de Anselmo de Baggio como Alejandro II propuesto justamente por Hildebrando, quien por sus méritos dos años antes había sido elevado a la dignidad y oficio de Archidiácono de la Santa Iglesia Romana y ahora el nuevo Papa le reconocía como Canciller de la Sede Apostólica.

Alejandro II murió el 21 de abril de 1073, llegando así el momento de ser elegido Hildebrando, quien durante más de 20 años había sido la figura más prominente de la Iglesia y el instrumento de la elección de dirigentes, y que había estado desarrollando y llevando a cabo su soberanía y pureza.

Al día siguiente de la muerte de Alejandro II, mientras se celebraban en la Basílica Lateranense las exequias por el pontífice difunto el pueblo aclamó por la elección de Hildebrando como el nuevo Papa. Su oposición resultó inútil, fue llevado a la iglesia de San Pedro y elegido allí, de forma legal, por los cardenales reunidos, con el debido consentimiento del clero romano y el pueblo. Posteriormente Enrique IV manifestó su aprobación resultando ser la última vez en la historia de la elección papal que era ratificada por un emperador.

Pontificado
Fue elegido papa en el año 1073 y su pontificado inició justamente el 22 de abril, consagrándose a la reconocida “reforma gregoriana” que consistía en elevar el nivel de moral del clero al tiempo que trataba de encuadrar mejor a los fieles, defender la independencia del papado frente al resto de las monarquías y reforzar la supremacía de la autoridad romana sobre las iglesias occidentales. Su consagración papal tuvo lugar el 30 de junio de 1073.

Una vez en el trono apostólico, Gregorio hizo disímiles esfuerzos para desterrar de la iglesia los males que la consumían en esa época, la simonía y la incontinencia clerical, por lo que trabajó incesantemente para asegurar los principios que creía, estaban ligados inseparablemente del bienestar de la iglesia y de la regeneración de la sociedad. Su primera preocupación, fue asegurar su posición en Roma y para ello viajó al sur de Italia, unos meses después de su elección, donde cerró tratados con Landolfo de Benevento, Ricardo de Capun y Gisolfo de Salerno, en los que esos príncipes se comprometían a defender al papa y la propiedad de la Santa Sede y nunca investir a nadie con un beneficio eclesiástico sin la sanción papal. Sin embargo, el líder normando Robert Guiscard, mantuvo una actitud de desconfianza hacia el papa y en el Sínodo de Cuaresma en 1075 Gregorio lo excomulgó solemnemente por su sacrílega invasión del territorio de la Santa Sede.

En este su primer sínodo cuaresmal Gregorio emitió varios decretos los que consistían en que:

Los clérigos que habían obtenido con dinero cualquier grado, oficio u órdenes sagradas cesen inmediatamente como ministros de la iglesia.

Nadie que hubiera comprado una iglesia la retuviera y que a nadie se le permitiera en el futuro comprar o vender derechos eclesiásticos.

Todos los culpables de incontinencia dejasen de ejercer su sagrado ministerio La gente rechazara el ministerio de los clérigos que no obedeciesen estos mandatos. La promulgación de estas medidas por Gregorio provocó una violenta tormenta de oposición en Italia, Alemania y Francia por parte de clérigos inmorales y simoníacos. Pero el celo de Gregorio no cedió, dio seguimiento de sus decretos enviando legados a todas partes con atribuciones para deponer a los eclesiásticos inmorales y simoníacos.

Publicó en 1075 el Dictatus Papae:

Sólo el Papa es universal, ninguno puede juzgarlo. Él solo puede desligarse del juramento.

expresando así su ideología sobre la función de un Papa y debido a dicha publicación es que lo conlleva a un conflicto con el emperador alemán, que fue llamado Querella de las Investiduras.

Enrique IV de Alemania
En el propio año un sínodo en Roma excomulgaba a “cualquier persona, aunque fuera emperador o rey, que confiriera una investidura de un oficio eclesiástico”, y Gregorio, reconociendo la futilidad de medidas más suaves, depuso a los prelados simoníacos nombrados por Enrique, anatematizó a varios consejeros imperiales y citó al mismo emperador para que se presentase en Roma en 1706 para responder de su conducta ante un concilio. [6] Por consiguiente Enrique IV de Alemania emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, respondió a estas acciones de Gregorio deponiéndole de su cargo de forma solemne en la Dieta de Worms; el papa contestó excomulgando al emperador. El Papa confiaba sus penas a los amigos con cartas que revelan su espíritu sensible, sujeto a profundos desalientos, pero siempre dispuesto a seguir la voz del deber, así escribió en enero de 1075 a su amigo San Hugo, abad de Cluny:

“Me rodean un inmenso dolor y una tristeza universal porque la Iglesia oriental se aparta de la fe; y si miro hacia occidente, al mediodía o al septentrión, casi no encuentro obispos legítimos por la elección o por la vida, que gobiernen el pueblo cristiano por amor a Cristo. Lo hacen por ambición mundana”.

El 28 de enero de 1087, Enrique fue recibido por el pontífice cuando el primero no se presentó como rey, sino como penitente para que le dieran el perdón en el exterior del castillo de Canossa siendo absuelto de toda censura, con la condición de que se presentara y se sometiera a las decisiones del concilio que se iba a celebrar. Enrique volvió a Alemania pero en nada cambió su conducta, es por ello que en el año 1080 Gregorio renovó la sentencia de excomunión contra él. Mientras que Enrique IV en represalia, nombró un antipapa ayudado por los lombardos entronando al arzobispo de Ravena, simoniaco y excomulgado, a quien le dieron el nombre de Clemente III. En 1081 Enrique marchó hacia Roma, pero no pudo tomarla hasta 1084. Gregorio entonces se retiró al exilio de Sant´Angelo, rehusando hacer caso a los intentos de Enrique, aunque éste prometió entregarle a al antipapa como prisionero, si Gregorio consentía en coronarle como emperador.

En el castillo Sant’Angelo, Gregorio espera la llegada de los normandos, quienes obligan a Enrique IV a salir de Roma, donde se produjo un enfrentamiento entre romanos y viéndose Gregorio obligado a irse a Salerno.

Muerte
Desilusionado y doliente se retiró Gregorio a Monte Cassino y después al castillo de Salerno, junto al mar, donde murió al año siguiente. Tres días antes de su muerte levantó todas las censuras de excomunión que había pronunciado, excepto las de los principales culpables, Enrique y Clemente III.

Sus últimas palabras fueron:
“Amé la justicia y odié la iniquidad, por ello muero en el exilio” [8] Su cuerpo fue enterrado en la iglesia de San Mateo de Salerno. Fue beatificado por Gregorio XIII en 1584, y canonizado en 1725 por Benedicto XIII. Sus escritos tratan principalmente de los principios y práctica del gobierno de la iglesia.