San Sixto II

24 -San Sixto II: Grecia, Agosto 30, 257 - Agosto 6, 258. Griego. Mártir. Elegido en 257, murió en 258. De caracter bondadoso solucionó las discordias que habían atormentado la Iglesia durante el reinado de Cornelio, Lucio y Esteban. Efectuó traslación de los restos de San Pedro y San Pablo. Durante el martirio de Cipriano empezó a pronunciarse la exclamación Deo Grazias.

S. SIXTO II (257-258) Nació en Atenas. Fue un hombre de gran cultura y doctrina. Le calificaron "amante de la paz". Y efectivamente un poco de paz sí se apresuró a Ilevarla, apenas fue elegido, a las iglesias de Roma y de Cartago en cruenta lucha por la cuestión del bautismo a los herejes..

Tuvo una reconciliación con S. Cipriano, pero no tuvo tiempo para profundizar un diálogo, pues tuvo que enfrentar una nueva emergencia: Valeriano desató una segunda persecución contra los cristianos. Éstos fueron invitados a abjurar, so pena la expropiación de los bienes y la decapitación.

Sixto fue detenido, procesado y condenado. La historia cuenta el conmovedor encuentro que tuvo con su diácono Lorenzo, en el camino hacia el martirio. A Lorenzo que le iba pidiendo que le llevara con él hacia la muerte, él le contestó amorosamente con una predicción: muy pronto habría sufrido una muerte más gloriosa en el nombre de Cristo. Efectivamente a los cuatro días Lorenzo moriría quemado vivo en la hoguera. En ese mismo encuentro Sixto ordenó a su diácono que repartiera entre los pobres los tesoros de la Iglesia.

Sixto fue conducido a las catacumbas de S. Pretextato y le decapitaron en su misma silla episcopal. Fue enterrado en la cripta de los papas del cementerio de S. Calixto.

El papa San Sixto II fue elegido el 30 de agosto de 257. Su gobierno fue corto. Reanudó las relaciones con los obispos africanos y del Asia menor, interrumpidas a raíz de la controvencia sobre el bautismo de los herejes. Fiesta el 6 de abril.


Según el martirologio romano, el papa Sixto estaba celebrando Misa en el cementerio de Pretextato, cuando murió mártir a consecuencia de la persecución del emperador Valeriano, quién había publicado en el mismo año de 257 un edicto prohibiendo el culto cristiano y las reuniones en los cementerios. Sixto fue decapitado junto a cuatro diáconos que lo acompañaban en la celebración eucarística. Su muerte ocurrió el 6 de agosto de 258.

Ese mismo día sufrieron el martirio los diáconos santos Felicísimo y Agapito, y un poco después el diácono san Lorenzo.

El Papa Sixto II efectuó el traslado de los restos de San Pedro y San Pablo. Durante el martirio de Cipriano empezó a pronunciarse la exclamación "Deo Gracias".

De carácter bondadoso solucionó las discordias que habían atormentado la Iglesia durante el reinado de Cornelio, Lucio y Esteban. Estableció la práctica romana de no re-bautizar a los herejes.

Efectuó traslación de los restos de San Pedro y San Pablo. Durante el martirio de Cipriano empezó a pronunciarse la exclamación Deo Grazias.

Poco antes de su pontificado el emperador Valerio decretó un edicto de que obligaba a los cristianos a participar en el culto nacional a los dioses paganos y les prohibía reunirse en los cementerios, amenazándolos con exilio o muerte. En agosto del 258 se recrudeció la persecución. Los obispos, sacerdotes y diáconos eran perseguidos a muerte. Sixto II fue uno de los primeros en ser víctima del edicto ("Xistum in cimiterio animadversum sciatis VIII. id. Augusti et cum eo diacones quattuor"—Cipriano, Ep. lxxx). Para escapar la vigilancia de las fuerzas imperiales Sixto reunió a su pueblo el 6 de agosto en uno de los cementerios menos conocidos (Prætextatus) en el lado izquierdo de la Vía Appia. Mientras celebraba la sagrada liturgia fue de repente arrestado por una banda de soldados y decapitado junto con cuatro de sus diáconos: Januarius, Vincentius, Magnus y Stephanus. Dos otros diáconos, Felicissimus y Agapitus fueron ejecutados el mismo día.

Murió el 6 de agosto, 258. Los cristianos transfirieron su cuerpo a la cripta papal en el cementerio de San Calixto.

A fines del mes de agosto del 258, San Cipriano, que sería decapitado el 14 de septiembre, escribía a uno de sus colegas: «Valeriano, en un escrito al Senado, ha dado la orden de que los obispos, sacerdotes y diáconos sean ejecutados inmediatamente. Sabed que Sixto ha sido muerto en un cementerio el 6 de agosto, y con él cuatro diáconos». La noticia era exacta. El 6 de agosto, el papa Sixto II había sido apresado en plena asamblea litúrgica en el cementerio de Calixto y decapitado junto con los diáconos Genaro, Magno, Vicente y Esteban. Otros dos, Felicísimo y Agapito habían corrido la misma suerte en el cementerio próximo al Pretextato, mientras el diácono Lorenzo sería condenado a muerte cuatro días después, luego de haber sido sometido a la tortura. Nos hallamos ante la página más gloriosa de la historia de la Iglesia romana durante las persecuciones. Cipriano podía apoyarse en este testimonio para invitar a los cristianos de Africa «a la lucha espiritual: de tal suerte – dice - que cada uno de nosotros no piense tanto en la muerte cuanto en la inmortalidad y que, consagrados a Dios con todas las energías de su fe y de su entusiasmo, sientan antes la alegría que el miedo a la hora de una confesión, en la que saben que los soldados de Dios no reciben la muerte, sino antes bien, la corona» (Carta 80).

Las catacumbas de Roma han sido la inspiración de cuentos espeluznantes. La idea de unas cámaras secretas donde los cristianos primitivos se reunían para evitar a los romanos ha encendido la imaginación de muchos novelistas. Aunque las catacumbas fueron utilizadas por los cristianos como lugares de culto privado, principalmente eran cámaras de enterramiento. Las autoridades siempre supieron de su existencia; de hecho, mientras el papa Sixto Il estaba en ellas un día celebrando misa, los soldados imperiales aparecieron de repente y lo degollaron.

Hacia esta época del año, aunque el verano se halla en pleno apogeo, cuando la luz incide del modo justo, puede verse un tinte amarillo muy tenue en el verde los árboles y un susurro del invierno se cuela por la ventana abierta. El verano debe concluir; es el camino de toda vida.
Los primitivos cristianos utilizaban las catacumbas para sus más grandes celebraciones. Ahí, entre los cuerpos de sus muertos, se regocijaban en la promesa de la vida eterna. Es una de las grandes paradojas de la fe, que todos debamos morir antes de tener vida eterna.

No sólo deben morir nuestros cuerpos. Debemos morir a los apegos y ataduras que nos mantienen aferrados a la tierra. Debemos abandonar nuestros deseos egoístas y nuestra preocupación por las posesiones materiales. Debemos dejar marcharse todo de manera que nuestras manos vacías puedan llenarse de eternidad. Una vez que aprendemos a hacer eso, regocijarse en vida entre los muertos de las catacumbas no nos parece tan extraño.