San Calixto I (217-222)

16 -San Calixto I: Roma; 217-222. Nació en Roma. Mátir. Elegido papa en el 217, murió en el 222. Mandó construir las famosas catacumbas de la Via Appia donde fueron enterrados 46 papas y unos 200000 mártires. Bastoneado a muerte fue arrojado a un pozo donde hoy se alza la iglesia de S. María en Trastevere.


S. CALIXTO I (217-222) Nació en Roma en el seno de la noble familia de los Domicios. Tras una vida tumultuosa y seguramente no edificante durante la cual, por delitos, comunes, fue incluso encarcelado y exiliado, Calixto finalmente cambió tanto conducta, que fue elegido por el papa Ceferino como su secretario particular.

Contemporáneamente a Calixto fue elegido también Hipólito, que gozaba del respaldo de algunos obispos y presbíteros, y que fue por lo tanto el primer antipapa de la historia. El desacuerdo con Calixto se manifestó violentamente en el plano de la disciplina eclesiástica.


Hipólito acusaba a Calixto de ser demasiado blando. De sí mismo decía que era el sucesor de los apóstoles y que era igualmente partícipe de la gracia del supremo sacerdocio. La comunidad fundada por él duró el tiempo de tres pontificados: de Calixto, de Urbano y de Ponciano. Exiliado en Cerdeña junto con el papa S. Ponciano, murió en el año 235. Antes de morir se reconcilió con la Iglesia, que le admitió entre sus santos.
Calixto hizo construir y organizó las catacumbas que tomaron su nombre, donde fueron enterrados 46 pontífices y más de 170.000 mártires. A él se debe también la construcción de la basílica de S. María en Trastevere, que además de tener gran riqueza de mosaicos, es la primera iglesia dedicada a la Virgen.

Calixto murió mártir durante unos tumultuos contra los cristianos, y fue enterrado en el cementerio de Calepodio, en la via Aurelia.

Este Pontífice se ha hecho famoso por Las Catacumbas de San Calixto, en Roma, que él organizó (catacumba: significa cueva subterráneza). Estas catacumbas son las más famosas de Roma, tienen cuatro pisos sobrepuestos, y más de 20 kilómetros de corredores. Allí se encuentran el famoso sepulcro de Santa Cecilia y los sepulcros de muchísimos mártires de los primeros siglos.

Era un esclavo que en un tiempo estuvo condenado a trabajos forzados en las minas. Recobrada su libertad se dedicó a estudiar la religión de Cristo y a enseñarla a sus vecinos. El Papa San Caferino lo nombró como su hombre de confianza en el año 199 y le recomendó la dirección de las Catacumbas donde sepultaban a los cristianos. Calixto ensanchó notablemente estas catacumbas y las organizó muy bien.

Al morir San Ceferino, el pueblo de Roma elegió como Sumo Pontífice a Calixto, como el mejor preparado para ello. Pero se le opuso terriblemente un tal Hipólito, aduciendo como razones para pedir que lo destituyeran del pontificado, el que Calixto afirmaba que si un pecador hacía penitencias y dejaba sus maldades se le podía volver a admitir entre los fieles cristianos católicos, y que a un obispo no se le podía destituír por un grave pecado que hubiera cometido, si se arrepentía y empezaba una vida de conversión y penitencia. Calixto sabía ser comprensivo.


Este Santo Pontífice convirtió a muchos romanos al cristianismo curó a varios enfermos que padecían de enfermedades muy graves, y defendió cuanto más pudo a los creyentes perseguidos.

Ayunaba días y semanas y hasta 40 días seguidos. Cuando los perseguidores lo llevaron preso por proclamar su fe en Jesucristo, le echaron a un oscuro calabozo, esperando que se desesperaría de hambre. Pero después de unos días lo encontraron muy tranquilo. Le preguntaron cómo lograba mantenerse sereno sin comer ni beber y les dijo: "Acostumbré a mi cuerpo a pasar días y semanas sin comer ni beber, y esto por amor a mi amigo Jesucristo, así que ya soy capaz de resistir sin desesperarme".

No contempló más a los Montanistas, aunque ya por aquel tiempo Tertuliano se había declarado de su partido. Bien persuadido el Santo Papa de que los herejes nunca se hacen más insolentes, ni más fieros, que cuando se contemporiza con ellos con el fin de reducirlos, les declaró constantemente la guerra, condenando sus errores. Por entonces inventó también Práxeas la herejía de los Patripasianos, precursores del Sabelianismo, que negaban en Dios la distinción de Personas. Apenas se descubrió esta zizaña en el campo del Señor, cuando la arrancó la vigilia y el infatigable celo del Santo Pontífice. Reconoció Práxeas, detestó su error, que consistía en atribuír al Padre lo que sólo pertenecía al Hijo, y entregó su retractación, con cuya ocasión convocó Victor un Concilio en Roma.


La mayor parte de los obispos de Asia, por costumbre tolerada hasta entonces, celebraban la Pascua el día 14 de la luna de marzo, conformándose en esto con el rito de los judíos; lo restante de la cristiandad lo celebraba el domingo después del día 14 de aquella luna, por haber resucitado el Salvador en semejante día. Temiendo San Victor que la diferencia de ritos podía ocasionar división entre los fieles, y parar con el tiempo en algún cisma, para ocurrir a este mal ordenó que todas las Iglesias del mundo se conformasen en este particular con la Iglesia romana, y que en ninguna parte se celebrase la Pascua el día 14 del equinoccio vernal, sino el domingo siguiente; y aunque se opusieron a esto Polycrates, obispo de Efeso, y algunos otros obispos de Oriente, la Constitución del Papa fue recibida de toda la Iglesia, y ciento veintinueve años después la renovó el Concilio de Nicea.
En la cárcel consiguió con sus oraciones la sanación de la esposa del carcelero cuando ya la pobre mujer estaba agonizando. En acción de gracias, el carcelero y toda su familia se hicieron bautizar por él.

Entonces el jefe pagano de Roma ordenó que lo echaran en un pozo profundo y que cubrieran la boca del pozo con tierra y escombros. Todavía en Roma señalan los turistas el pozo de San Calixto, desde donde su alma voló al cielo a recibir el premio prometido por Cristo Jesús a los que lo proclaman en la tierra.